martes, 12 de junio de 2012

Pensamientos hechos carne: los Tulpas del Tíbet




Las condiciones del camino de China a Lhasa, la capital prohibida del Tíbet, eran aun peores que de costumbre en el invierno de 1923 a 1924. Sin embargo, pequeños grupos de viajeros, peregrinos en su mayor parte, que querían ganar meritos espirituales visitando la ciudad Santa y viendo a su gobernante semidivino, el Dalai lama, seguían adelante a pesar de los fuertes vientos y las espesas nevadas. Entre ellos había una mujer mayor que parecía una campesina mayor de alguna provincia lejana.
La mujer iba mal vestida y mal equipada. Su falda y su chaleco de lana, su chaqueta acolchada y su gorro de piel de oveja con orejeras eran viejos y estaban llenos de agujeros. De su hombro colgaba un viejo y mugriento bolso de cuero que contenía sus provisiones para el viaje: cebada cocida, un trozo de tocino seco, un ladrillo de te comprimido, un tubo de mantequilla rancia y un poco de sal y sosa.


Con sus cabellos negros y engrasados y su rostro moreno parecía una campesina más. Pero, en realidad, sus cabellos eran blancos y estaban teñidos con tinta china; su piel estaba coloreada con aceite mezclado con cacao y carbón molido. La campesina tibetana era en realidad Alexandra David-Neel, una francesa que, treinta años antes, había sido una soprano famosa, a quien Jules Massenet había felicitado con entusiasmo por su interpretación del papel protagonista en su opera Manon. En años posteriores la señora David-Neel había viajado a lugares extraños y había vivido experiencias todavía más extrañas. Entre estas figuraban haber conocido un mago que sabía hacer conjuros capaces de hacer que las tortas de arroz volaran solas y se estrellaran contra sus enemigos, y el haber aprendido las técnicas del tumo, un arte ocultista que permite a sus adeptos sentarse desnudos en las nieves del Himalaya. Y, lo que es aun más extraordinario, había construido por medio de ejercicios metales y psíquicos un tulpa, una forma fantasmal nacida de la imaginación a la que, sin embargo, la fuerza de la visualización y de la voluntad del adepto hacen realmente visible para otras personas. Un tulpa es- por decirlo de otro modo- un ejemplo muy poderoso de lo que los ocultistas denominan una forma mental.
Para entender la naturaleza del tulpa, uno tiene que considerar que, en lo que se refiere a los budistas tibetanos (y a la mayor parte de los ocultistas occidentales), el pensamiento es mucho más que una función intelectual. Ellos creen que cada pensamiento afecta a la “Materia mental” que impregna el mundo material del mismo modo que una piedra, al ser arrojada a un lago, produce ondas en la superficie. Un pensamiento, en otras palabras, produce “ondas mentales”.
Generalmente, estas ondas mentales tienen una vida corta. Se deterioran casi inmediatamente después de ser creadas, y no dejan una impronta profunda en la materia mental que penetra en el plano físico. Pero si el pensamiento es particularmente intenso, producto de una pasión o un temor profundos, o si tiene una duración larga y ha sido objeto de una prolongada meditación, la onda de pensamiento transforma la materia mental en una forma más permanente, que tiene una vida más larga e intensa.

Los budistas tibetanos no creen que los  tulpas y otras formas mentales sean “reales”, pero tampoco lo es, para ellos, el mundo material que aparentemente nos rodea. Ambas cosas son ilusorias. Tal como lo expresa un clásico budista del siglo I de nuestra era:
Todos los fenómenos están originalmente en la mente y, en realidad no tienen una forma externa; por lo tanto, si no existe la forma, es un error pensar que algo está allí. Todos los fenómenos nacen simplemente de errores de la mente. Si la mente es independiente de esas falsas ideas, entonces todos los fenómenos desaparecen.

Si es cierto lo que creen acerca de las formas mentales los budistas tibetanos, los místicos y los magos, entonces muchos acontecimientos fantasmales, encantamientos y casos de lugares dotados de una fuerte “atmosfera psíquica” se explican con facilidad. Parece plausible, por ejemplo, que las formas mentales creadas por los violentos y apasionados procesos mentales de un asesino, a lo que se añade las emociones y el pánico de la víctima, puedan permanecer en el lugar de un crimen durante meses, años o siglos.

Esto podría producir una depresión o ansiedad intensa en quienes visitan el lugar “embrujado” y, si las formas mentales fueran suficientemente vividas y poderosas, algunas “apariciones”- por ejemplo, la representación del crimen- podrían ser vistas por personas dotadas de sensibilidad psíquica.
Los que estudian el ocultismo afirman que, a veces, los “espíritus” que vagan por un determinado lugar son tulpas, formas mentales que fueron creadas deliberadamente por un hechicero para sus propios fines.

La existencia de formas mentales muy poderosas que repiten el pasado explicaría los informes-numerosos en todo el mundo- sobre visitantes de antiguos campos de batalla que son “testigos” de contiendas ocurridas mucho tiempo antes. Los emplazamientos de batalla de de Naseby, que tuvo lugar durante la guerra civil inglesa y del raid de comandos de 1942 en dieppe figuran entre los campos de batalla que disfrutan de su reputación fantasmal.
Un tulpa no es más que una forma mental muy poderosa, que no se diferencia en su naturaleza esencial de muchas otras pariciones espectrales. Pero es distinto de una forma mental corriente porque existe, no como resultado accidental de un proceso mental, sino como consecuencia de un acto de la voluntad.
La palabra tulpa es tibetana, pero existen adeptos en todas partes del mundo que se consideran capaces de fabricar a estos seres reuniendo y coagulando primero parte de la materia mental del Universo, y transfiriéndole después una parte de su propia vitalidad.

En Bengala, hogar de buena parte del ocultismo hindú, esta técnica se denomina kriya shaki (“poder creador”), y es practicada por los adeptos del tantrismo, sistema mágico- religioso preocupado por los aspectos espirituales de la sexualidad y que cuenta entre sus adeptos tanto a brahmánicos como a budistas. Los iniciados de cultos tantricos “de izquierdas”, en los que hombres y mujeres mantienen relaciones sexuales rituales con propósitos místicos y mágicos, son considerados particularmente habilidosos en materia de kriya shakti. Al parecer, la intensa excitación física y cerebral del orgasmo favorece la creación de formas mentales excepcionalmente vigorosas.
Numerosas técnicas místicas tibetanas se originaron en Bengala, especialmente en el tantrismo bengalí, y existe un gran parecido entre los ejercicios físicos, mentales y espirituales que utilizan los yogis tantricos en Bengala y las disciplinas internas secretas de los budistas tibetanos. Por lo tanto, es posible que, en su origen, tanto las teorías tibetanas acerca de los tulpas como sus métodos de creación de estos extraños seres deriven de los practicantes bengalíes del kriya Shakti.

Los estudiantes de magia tulpa comienzan su adiestramiento para la creación de estos seres mentales adoptando a uno de los muchos dioses y diosas del panteón tibetano como “deidad tutelar”, una especie de santo patrón.
Debemos subrayar que, aunque los iniciados tibetanos consideran con respecto a los dioses, no sienten gran admiración por ellos. Esto es así porque, según las creencias budistas, aunque los dioses disponen de grandes poderes y son, en algún sentido, “sobrenaturales”, también son esclavos de la ilusión y se hallan atrapados en la rueda del renacimiento y la muerte, al igual que lo está el más humilde campesino.


El estudiante se retira a una hermita u otro lugar apartado, y medita sobre su deidad tutelar-yidam-durante muchas horas. Combina la contemplación de los atributos espirituales asociados tradicionalmente con el yidam con ejercicios de visualización cuya finalidad es construir con el ojo de la mente una imagen del yidam tal como es representada en pinturas y estatuas.

Para mantener su concentración en el yidam, y para asegurarse de que en cada momento que pasa despierto vive una devoción concentrada en ese ser, el estudiante canta continuamente frases místicas tradicionales asociadas con la deidad a la que sirve.
También construye los kyilkhors- Literalmente círculos, pero, en realidad, diagramas simbólicos que pueden tener cualquier forma- que son sagrados para su dios. A veces lo dibuja con tintas de colores en papel o madera, a veces lo graba en cobre o plata, a veces lo perfila en el suelo con polvos de colores.

Al preparar los kyilkhors hay que obrar con sumo cuidado, ya que la mas mínima desviación en la forma tradicional asociada con un yidam particular puede resultar en extremo peligrosa; el estudiante imprudente corre el riesgo de la obsesión, la locura, la muerte… o una permanencia de miles de años en uno de los infiernos de la cosmología tibetana.

Es interesante comparar esta creencia con la idea, muy poderosa en muchos ocultistas occidentales, de que si un mago que “esta invocando la aparición de un espíritu” dibuja incorrectamente su círculo protector, quedara “destrozado”.

Finalmente si el estudiante ha perseverado en los ejercicios prescritos, “ve” a su yidam, la repetición de encantamientos y la contemplación de diagramas místicos continua hasta que el tulpa se materializa realmente adoptando la forma del yidam. El devoto siente el roce de los pies del tulpa cuando apoya su cabeza sobre ellos, puede ver los ojos de la criatura siguiéndolo mientras se mueve, e incluso mantener conversaciones con él.

Por fin, el tulpa estará preparado para independizarse de los kyilkhors y acompañar al devoto en sus viajes. Si el tulpa está completamente vitalizado, ahora será visible con frecuencia para otras personas, además de su creador.
Alexandra David-Neel cuenta como “vio” un fantasma de esta clase que, curiosamente, todavía no era visible para su creador. En aquel momento, la señora Neel sentía un gran interés por el arte budista. Una tarde fue visitada por un pintor tibetano que se especializaba en retratar a “deidades iracundas”; mientras se le acercaba, la señora quedo atónita al observar detrás de él la forma nebulosa de uno de estos temidos y desagradables seres. Se acerco al fantasma, extendió un brazo en su dirección, y sintió como “si estuviera tocando un objeto blando cuya substancia cedía a la menor presión”. 


El pintor le dijo que durante varias semanas se había dedicado a realizar ritos mágicos- una invocación al dios cuya forma había visto ella- y que había pasado toda la mañana pintando su retrato. Intrigada por esta experiencia, la señora Neel intento hacer un tulpa. Para evitar las influencias de las muchas pinturas e imágenes tibetanas que había contemplado en sus viajes, decidió “fabricar” no un dios o una diosa, sino un monje gordo y alegre a quien podía visualizar sin problemas. Comenzó a concentrarse.

Se retiro a una ermita, y durante unos meses dedico cada uno de los minutos de vigilia a hacer ejercicios de concentración y visualización. Comenzó a vislumbrar al monje con el rabillo del ojo. Se volvió más sólido y vivo en apariencia y finalmente, cuando dejo la ermita y comenzó un viaje en carromato, el monje formo parte del grupo, se volvió claramente visible y realizo acciones que ella no le ordeno ni esperaba conscientemente que pudiera hacer. Por ejemplo, andaba y después se detenía a mirar su alrededor, como cualquier viajero; a veces la señora Neel sentía el roce de su manto, y en una ocasión le pareció que una mano tocaba levemente su hombro.

El tulpa de la señora Neel empezó después a desarrollarse en una forma indeseable. Adelgazo, su expresión se volvió maligna, se hizo molesto, se hizo molesto y descarado. Un día un pastor que trajo a la señora Neel un poco de mantequilla de regalo vio al tulpa en su tienda… y lo tomo por un monje de verdad. Estaba fuera de control. Su creación se transformo en lo que ella llamo “una pesadilla”, y decidió deshacerse de él. Para ello necesito seis meses de esfuerzos concentrados y de meditación. He aquí un ejemplo fascinante del poder de la mente humana para crear su propia realidad.


El siguiente, es un buen libro que trata varios tipos de apariciones y desapariciones insólitas de cosas y personas. 







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